domingo, 17 de septiembre de 2017

Sueños



Pero en este cielo sola no me dejes”

Aun recuerdo esa noche, que se torno tan oscura de repente.

Habíamos pasado el día entero juntos, un día precioso, soleado que giraba en torno a risas, juegos, chistes sin sentido y frases incoherentes. Al caer la noche me pediste en un susurro que no me fuera, que me quedara esa noche a tu lado, que sin mi no podrías dormir tranquilo. Me quede observándote cuidadosamente un rato mientras limpiabas un poco. Y te dije que si.
Te quedaste en silencio por un largo rato, el aire era denso, tan denso que nos costaba respirar. Luego vino la calma, las palabras que me dijiste resonaran por siempre en mi corazón. Querías que fuera libre, querías que me sintiera una princesa y que como tal, tú un simple mortal no me ibas a poner la mano encima. Querías que durmiera en tu cama pero sin ti, querías observarme hasta que te venciera el sueño en un rincón de tu habitación, querías que viera lo que yo era para ti.

Sabias perfectamente quien era, te sabias de memoria cada detalle de mi cara, pero sobre todo….de mi corazón.

Conocías mis historias oscuras, el dolor que ensombrecía mi rostro cada vez que no estabas conmigo para hacerme sonreír. Tenías grabadas mis fotografías grises, esas que criticabas tanto por la falta de luz interior. Por encima de todo sabias que era frágil, una niña pequeña, asustada y desprotegida, sola contra el mundo o peor aun…..sola en mi lucha contra mis propios fantasmas.
Hasta que un día decidiste que yo no iba a estar sola jamás y te tomaste la labor de hacérmelo ver a pesar de mis constantes dudas, perjuicios y poca fe.

Por eso aunque me dio un poco de miedo me sentí tan tranquila al decirte que compartiríamos esa noche, a modo de final de un día perfecto. Me habías comprado un helado de pistacho, de esos que sabias que pintaban mil sonrisas en mi cara, me habías llevado a cuestas y habíamos rodado en el pasto, éramos tú y yo en nuestro pequeño mundo privado y galaxia ideal…
El mar a nuestras espaldas con ese olor tan profundo a sal nos daba la melodía que marcaba nuestros pasos en una danza sin música que no queríamos terminar.

Hasta que cayó la noche y tuvimos que volver, aunque como era la costumbre me sacabas mil sonrisas, me tenías en mi mundo ideal. Nos empezó a entrar el sueño y fuiste tan dulce al ofrecerme una camiseta enorme de pijama, muchas mas risas brotaron espontáneamente al verme salir así del baño, aun que logre captar el relámpago fugaz de tu mirada prestándole atención a mis piernas desnudas. Fuiste conciente y me dijiste que es que ni siquiera tenías permiso de ti mismo para mirar de más. Pase a tu habitación y rápidamente me acomode en la cama, estaba cansada…y fue cuando ocurrió.

El inmenso cielo se lleno de luz, un rayo atravesó su bastedad y mi grito fue ahogado por su trueno. No pude evitar que se me llenaran los ojos de lagrimas y me metí bajo las sabanas, les tenia pavor porque me hacían sentir tan pequeña, tan sola y melancólica. Eran como el resumen de la vida que me daba tanto miedo vivir, un momento de luz infinita y luego la oscuridad más solemne y fría, llena de estruendo y eco tan fuerte tan fuerte que más parecía silencio.
Te sentaste en el suelo y me miraste fijamente con esos ojos tan grandes, estabas dispuesto a cumplir con tu promesa de no acercarte a mi en toda la noche, otro trueno mas, comencé a temblar. Me levante de la cama y corrí a tu lado, me miraste sin saber que decir, y por primera vez vi miedo en tus ojos. Cogi tu mano que tanto me gustaba y te dije que no tuvieras miedo, que yo nunca te iba a dejar, que mi sitio era contigo y no quería nada más.

Te inclinaste a darme un abrazo soltándome toda la verdad, no tenias miedo de que yo no sintiera lo mismo, si no de fallarme, de no ser el hombre para mi, de no poder protegerme y mas que todo de dejar de ser capaz de pintarme la sonrisa.

Sonreí un poco y te susurre: “¿Pero que no ves que estoy hecha para ti? Soy a tu medida y sé que eres el hombre perfecto para mi”

Me acerque y te bese, un beso dulce, suave, en el que me perdí, el universo entero exploto y sentí como mi corazón volvió a latir, a hacer lo que muchos años atrás pensé que había dejado de ser capaz de hacer. Un rayo más, del que ya no tuve miedo, estaba junto a ti… todo tan perfecto, tan en calma como había sido escrito que seria. En ese momento me enamore de las tormentas, aprendí a adorar esa calma antes de la tempestad.

Porque a pesar de que llovía como nunca, entre ese cielo gris para mi brillaban con toda su fuerza las estrellas al encontrarte junto a mi.


2 comentarios:

  1. nunca lograste nad solo travajos malos y andar con todos mis amigos jodien do aunq tengas nuestro bb

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