Realmente es absurdo. Si señor, absurdo. Absurdo hasta el punto en el que la absurdidad pierde de vista su sentido de la realidad y se confunde con lo que estas soñando y deseando. Yo nunca lo creí y tampoco lo supe, solo lo sentí. Mentiría si te dijera que lo vi venir pues no me lo espere nunca, me dio de lleno y me mato de un solo golpe.
Siempre fui del tipo previsor, que si para las vacaciones ahorrar un poco de dinero, que si llevar fósforos en el bolso por si alguien me robaba el mechero, que una libreta vacía para apuntar ideas que me venían a la cabeza mientras esperaba a que mi clase de pilates comenzara, un libro por si la fila del banco era muy larga, un lápiz labial color toronja por aquello de los encuentros furtivos y espontáneos en los parqueos de los centros comerciales y una galleta de avena en la guantera del coche por si el hambre atacaba repentinamente; pero esta vez toda previsión me fallo, todo lo que sabia me abandono y me quede a ciegas, rodeada de oscuridad, sin una vela que encender y sin un bastón para guiar. Trate absurdamente de evadirlo, de negarlo, de combatirlo y al final perdí.
Perdí de todas las maneras posibles y aquí estoy parada en el medio de la nada, desnuda y asustada, he dejado el camuflaje de lado y lo único que me acompaña es la radiografía de lo que soy por dentro, au naturel. Y es que se me han caído las murallas, mi puente descendió y por fin he dado un paso al frente, saltando al vacío, tomada de la mano del miedo y la ilusión, sabiendo que es realmente absurdo. Si señor, absurdo. Absurdo de todas las maneras posibles. Absurdo. Absurdo, intentar luchar una batalla que perdiste desde el momento en el que el destino decidió que ese seria, hoy y para siempre, tu camino a seguir y tu única posibilidad de salvación.
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