martes, 16 de noviembre de 2010

Learn to fly.

Hace unos dias fui a un parque de atracciones. El de Madrid para ser mas exactos, con la mala fortuna de que muchas de las atracciones por ser temporada baja, estaban cerradas por mantenimiento. A pesar de ello me la pase genial, fui de aqui para alla, subiendome en todas las atracciones que pude, disfrutando muchisimo las que me daban vertigo o me hacian ir a velocidades exageradas mientras me ponian de cabeza.

Subida en las sillitas voladoras para niños, mientras cerraba los ojos y encogía las piernas para no darme con un pino, me pare a pensar en como era posible, a pesar del miedo que estaba pasando, el disfrutar tanto algo que me suponia sentir un vacio en el estomago y una amenaza semi directa a mi seguridad.

Pensandolo llegue a la conclusión de que los seres humanos siempre hemos querido aprender a volar.

Desde tiempos remotos nos hemos obsesionado con la capacidad de los pájaros, grandes o chicos, de poder extender las alas y atravesar el cielo, siempre llegando a lugares inimaginables, a tierras desconocidas, arriesgándose a no llegar a su destino, a sufrir contratiempos o por culpa del destino, a caer a mitad del vuelo sin paracaídas y de cabeza contra el suelo.

Nunca hemos podido evitar que nuestros pensamientos se eleven, perder la cabeza y dejarnos llevar por la capacidad de ensoñar que viene intrinseca en todos nosotros...

Es por ello que creo que nos empeñamos tanto en nunca tener los pies en la tierra.

Siempre buscamos maneras de elevarnos y de hacer algo para lo que claramente no estamos del todo listos. Siempre inventamos una manera u otra de volar, aunque sea por un momento, volar no solo con el pensamiento si no que fisicamente, volar de una manera en teoria segura pero que en el fondo no nos es del todo placentera.

En el fondo, siempre sentiremos ese hueco en el estomago que, a pesar de llenarnos de adrenalina, al final del dia nos producira nauseas y un mareo significativo.

Yo en lo personal, creo que el ser humano esta hecho para tener los pies sobre la tierra con la oportunidad de elevarse sobre ella mas de una vez a lo largo de su vida, elevarse pero solo lo suficiente para poder emprender el vuelo cuando este sea necesario pero no demasiado para que cuando y unicamente si la caida sucede(que sucedera sin duda) no duela tanto y no cueste reponerse de ella...

No vaya a ser que nos emocionemos y como Ícaro, volemos demasiado alto y cerca del sol, tan alto que el calor del mismo nos derrita la cera de nuestras alas y caigamos al mar, perdiendonos para siempre.

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